CAPÍTULO VII
LA SOCIEDAD JUDÍA
DE PUŁAWY
EN LOS AÑOS 30 DEL SIGLO XX
La sociedad judía de Pulawy, que contaba con unos 3.600 ciudadanos, no podía presumir de un pasado asombroso, pero desarrolló una gran actividad socio-cultural en el período de entreguerras.
Mis datos, relativamente modestos, acerca de los judíos de Pulawy se refieren sobre todo a los años treinta. Tengo muy poca información sobre la primera década de la Segunda República.
Ante todo hay que destacar el hecho de que la sociedad judía de Pulawy no estaba aislada, vivía su propia vida, pero participando activamente en todos los asuntos importantes para los habitantes de la ciudad y de la región. Hay que mencionar aquí a los muy activos y socialmente útiles miembros del Consejo Municipal: Izaak Majer Feferman, Mosze Klajnbaum, Rachmil Lebendigier, Pinches Jakub Naj, Henoch Rechels y Mosze Rubinstein. En los últimos años, antes de la II guerra mundial, se les unió el Dr. Eugeniusz Friedhofer, un médico excelente.
El Dr. Beniamin Honigsfeld ocupaba una posición muy especial. Aunque no perteneciera (según las noticias que tengo) a ninguna organización política, se mereció el nombre de militante por los derechos de los obreros y campesinos. A lo largo de toda su vida luchó por las cooperativas médicas y -como decían algunos ciudadanos- la causa campesina no le era ajena. No desempeñó ningún papel particular en la misma sociedad judía. Luchando por una atención de salud adecuada de los obreros y artesanos de Pulawy, su actuación no se limitaba a grupos judíos: se decía que, por igual y sin excepción alguna, tomaba interés ante los problemas “tanto de Jan como de Jankiel[1]”. En general, era incomparablemente más popular en la sociedad cristiana que la hebrea, aunque los artesanos judíos tenían mucho que agradecerle.
El lema profesional de Honigsfeld era el dicho: “La risa es buena para la salud”. Su competidor, el Dr. Dawidson, a menudo se burlaba de él, diciendo que había adoptado el llamamiento nazi: Kraft durch Freude (Fuerza a través de la Alegría). Honigsfel se defendía con éxito, afirmando, que su lema era más antiguo que el nazi.
Todos los pacientes de Honigsfeld reconocían que el doctor tenía influencia extraordinariamente positiva sobre su estado de ánimo. Aparentemente, no tomaba en serio sus enfermedades, aportando una gran dosis de humor en los hogares. Hacía exactamente lo contrario de lo que estaban haciendo los demás médicos, como el Dr. Lejb Nudelman por el ejemplo, quien, con su pesimismo y ansiedad, debilitaba frecuentemente los efectos de un diagnóstico correcto y terapia adecuada. (Pocos saben que Honigsfeld “suministraba” szmonces, es decir chistes judíos, a algunos teatros de variedades.)
En aquellos tiempos, que se desconocían aún los tratamientos de cáncer, el dicho de Honigsfeld, que el buen humor del paciente ayudaba a curarle incluso del cáncer, era muy revelador. Para algunos era broma, pero Honigsfeld afirmaba seriamente que era pura verdad.
En definitiva, los médicos le consideraban un psicoterapeuta loco, al mismo tiempo envidiándole su popularidad. Incluso le ponían obstáculos, intentando desautorizarle como médico, acusándolo de ser curandero. Sin embargo, era un doctor bueno y sabio. A lo mejor un poco exagerado, pero probablemente solo en su integridad.
Hay que reconocer que sus antagonistas, tales como el Dr. Lejb (León) Nudelman y Eugenio Preidhofer, eran buenos médicos, aunque no recurrían a la psicoterapia. Pero, quizás les hubiera venido bien un poco de esa psicoterapia. Una institutriz me contó que, después de la visita de Honigsfeld, todo el mundo en su casa estaba contento y, al salir el sombrío Nudelman, hacían falta horas y horas para limpiar el ambiente de angustia, incluso en casos de leves indisposiciones, que no amenazaban en absoluto la vida del paciente.
Nudelman era el típico introvertido. Por añadidura, las noticias sobre la furia nazi le afectaban negativamente y, ya en el año 1934, estaba profundamente convencido que el nazismo no se limitaría a Alemania. Le preocupaba el futuro de su único y muy querido hijo, chico de gran talento, pero muy sensible. No pudo soportar el estrés de los exámenes de bachillerato y tuvieron que llevarle al hospital psiquiátrico. El padre siguió sus pasos.
El extrovertido Friedhofer era muy activo y sociable. Antes señalamos que tomó parte en las actividades del Consejo Municipal. Una mayor atención se debe prestar a su actividad en el Club Judío.
Fue una institución muy interesante. Aparte de los relativamente poco numerosos representantes del ámbito mercantil, le pertenecían médicos, dentistas, abogados, profesores, funcionarios públicos, del gobierno local y privados, y propietarios de algunas fábricas y empresas de servicios.
¿Qué es lo que se hacía en el Club? Desde luego no faltaban ni el bridge ni la copa de “pejsachówka”[2] o coñac, o buen vino, acompañada de una tapa sofisticada. Pero eso no era lo más importante. Lo atractivo del Club eran las conferencias, los foros de discusiones y los programa de noticias “en vivo”.
El presidente del Club, Chaim Adler, dotado de gran inteligencia y brillantez, tenía muchas ideas.
Durante las reuniones se debatía –por ejemplo- acerca del panteísmo judeo-cristiano y asiático (la conferencia fue pronunciada por alguien de Lublin), historia y literatura hebrea (varios ponentes, algunos de ellos de Pulawy), colonizaciones judías en Palestina (por los miembros del Instituto de Pulawy: Bencjon y Rania Horowitz), temas de nazismo (el ponente más frecuente era el Dr. Eugeniusz Friedhofer) y muchos otros temas.
Los contenidos de los informativos eran tanto mundiales como nacionales y estrictamente locales, y rezumaban humor, ya que en Pulawy no escaseaba la sátira.